El viejo vehículo se
bamboleaba con cierta virulencia debido a los desniveles que se dibujaban por
aquel sinuoso y estrecho camino, formado por arena y rocas premeditadamente
esparcidas, o esa impresión azotaba a aquel conductor, cansado, al límite,
obligándole a efectuar, casi de forma continua, pequeños y bruscos volantazos que
revestían aquel viaje de un tedio pesado, insufrible y espeso.
Solamente aquellas
débiles luces emitidas por aquellos faros, uno de ellos resquebrajado por un
pequeño golpe días atrás, rompía la oscuridad más profunda de una fría noche, no
incipiente ya, en el interior de un bosque inmenso. Los árboles aparecían a los
lados de las ventanillas, retorcidos, como si aquel frío les atacase, y ellos,
con lentitud, fueran cambiando de postura para resguardarse de alguna forma y
no quedar congelados.
Los integrantes del
automóvil, una pareja de novios a los que se les agotó, desde hacía un tiempo
atrás, cualquier remanente de cariño, y ávidos, buscaban cualquier plan, por
estrambótico que pareciese, con el fin de recobrar las fuerzas de sobrellevar
la personalidad del otro y redirigir una relación marcescible.
El silencio era aun más
espeso que la noche cuando un olor a algo chamuscado les hizo abrir sus
párpados dejando a la intemperie sus pupilas horrorizadas, y éstas fueron las
primeras que captaron una gran voluta de humo a través del parabrisas, donde
descansaban los cadáveres de múltiples insectos a causa del largo trayecto. El
motor dejó de funcionar, al contrario que sus corazones, que ahora, imbuido por
la problemática que esto significaba, latía en sus pechos, en sus sienes, en
sus cuellos, indómito.
- ¡No me jodas, ahora no,
por favor!, -exclamó Max accionando, una y otra vez, de forma vana, el contacto
con el objetivo de que aquel motor se librase del terrible problema que le
oprimía y volviese a rugir llevándoles fuera de aquel terrible escenario.
- ¡Nos hemos quedado
tirados en medio de la nada!, respondió Daisy, con ira. Y tragando con
dificultad, gritó: tendríamos que haber pernoctado en algún motel y no
adentrarnos en el bosque hasta el amanecer. ¡Qué hacemos ahora! Y al ver el
rostro serio de su acompañante, repitió:
- ¡Venga, dime! ¿qué
hacemos?
El rostro de Max nada
transmitía en aquel momento. Parecía, incluso, que no estaba compuesto por
carne, tendones, ni por el vello de aquella barba hirsuta que le dominaba la
parte inferior, sino todo lo contrario, aquella carne, aquellos tendones y
aquel vello parecían esculpidos en un mármol frío, inerte, impávido; hasta
aquel color blanquecino que imperaba en ese rostro y en sus manos, apoyadas sin
fuerza sobre el cuero del volante, no parecía humano.
Tras unos segundos, eternos
para Deisy, dijo:
-Lo primero, no perder
los papeles, por tanto, tranquila.
Ambos bajaron del
vehículo sintiendo como sus pies se hundían en el barro. Miraron a su
alrededor; nada se oía, la oscuridad todo anegaba, menos una exigua porción de paisaje
claroscuro que dibujaban, a pocos metros, aquellos débiles faros.
-No podemos hacer nada,
-exclamó Max, canalizando su propio nerviosismo, ya que este, con el paso de
los minutos, se tornaba más fiero. La única solución es aguardar aquí toda la
noche, hasta el amanecer…
Daisy no le dejó finalizar,
se había dejado llevar por lo quimérico de aquella situación, un tanto estúpida
quizás, pero no exenta de peligro, sin oponer, tan siquiera, la resistencia
interna que Max esgrimía.
- ¿Qué no podemos hacer
nada?,-gritó.
Los árboles que conformaban el bosque le
confirieron a su voz más fuerza, más durabilidad, pero también proyectó miedo,
terror, un terror profundo, que ahora, de nuevo, sumidos en el silencio,
rumiaban con la consciencia y tranquilidad que reporta visualizar una vivencia
sólo como mero espectador, todos y cada uno de los componentes de aquel perdido
ecosistema.
- ¿Y qué vamos a hacer
cuando salga el sol? ¡explícamelo, Max! Hace frío, no tenemos cobertura, y como…-Daisy
paró en seco su disertación, como si aquello en lo que acaba de reparar le
cortase el aliento, tras unos segundos, escupió, sin gritar ahora: …como venga
un animal salvaje ya podemos darnos por acabados, Max…
CONTINUARÁ