viernes, 3 de agosto de 2018

La escapada... Primera parte


El viejo vehículo se bamboleaba con cierta virulencia debido a los desniveles que se dibujaban por aquel sinuoso y estrecho camino, formado por arena y rocas premeditadamente esparcidas, o esa impresión azotaba a aquel conductor, cansado, al límite, obligándole a efectuar, casi de forma continua, pequeños y bruscos volantazos que revestían aquel viaje de un tedio pesado, insufrible y espeso.

Solamente aquellas débiles luces emitidas por aquellos faros, uno de ellos resquebrajado por un pequeño golpe días atrás, rompía la oscuridad más profunda de una fría noche, no incipiente ya, en el interior de un bosque inmenso. Los árboles aparecían a los lados de las ventanillas, retorcidos, como si aquel frío les atacase, y ellos, con lentitud, fueran cambiando de postura para resguardarse de alguna forma y no quedar congelados.

Los integrantes del automóvil, una pareja de novios a los que se les agotó, desde hacía un tiempo atrás, cualquier remanente de cariño, y ávidos, buscaban cualquier plan, por estrambótico que pareciese, con el fin de recobrar las fuerzas de sobrellevar la personalidad del otro y redirigir una relación marcescible.

El silencio era aun más espeso que la noche cuando un olor a algo chamuscado les hizo abrir sus párpados dejando a la intemperie sus pupilas horrorizadas, y éstas fueron las primeras que captaron una gran voluta de humo a través del parabrisas, donde descansaban los cadáveres de múltiples insectos a causa del largo trayecto. El motor dejó de funcionar, al contrario que sus corazones, que ahora, imbuido por la problemática que esto significaba, latía en sus pechos, en sus sienes, en sus cuellos, indómito.

- ¡No me jodas, ahora no, por favor!, -exclamó Max accionando, una y otra vez, de forma vana, el contacto con el objetivo de que aquel motor se librase del terrible problema que le oprimía y volviese a rugir llevándoles fuera de aquel terrible escenario.
- ¡Nos hemos quedado tirados en medio de la nada!, respondió Daisy, con ira. Y tragando con dificultad, gritó: tendríamos que haber pernoctado en algún motel y no adentrarnos en el bosque hasta el amanecer. ¡Qué hacemos ahora! Y al ver el rostro serio de su acompañante, repitió:
- ¡Venga, dime! ¿qué hacemos?

El rostro de Max nada transmitía en aquel momento. Parecía, incluso, que no estaba compuesto por carne, tendones, ni por el vello de aquella barba hirsuta que le dominaba la parte inferior, sino todo lo contrario, aquella carne, aquellos tendones y aquel vello parecían esculpidos en un mármol frío, inerte, impávido; hasta aquel color blanquecino que imperaba en ese rostro y en sus manos, apoyadas sin fuerza sobre el cuero del volante, no parecía humano.

Tras unos segundos, eternos para Deisy, dijo:
-Lo primero, no perder los papeles, por tanto, tranquila.
Ambos bajaron del vehículo sintiendo como sus pies se hundían en el barro. Miraron a su alrededor; nada se oía, la oscuridad todo anegaba, menos una exigua porción de paisaje claroscuro que dibujaban, a pocos metros, aquellos débiles faros.
-No podemos hacer nada, -exclamó Max, canalizando su propio nerviosismo, ya que este, con el paso de los minutos, se tornaba más fiero. La única solución es aguardar aquí toda la noche, hasta el amanecer…
Daisy no le dejó finalizar, se había dejado llevar por lo quimérico de aquella situación, un tanto estúpida quizás, pero no exenta de peligro, sin oponer, tan siquiera, la resistencia interna que  Max esgrimía.
- ¿Qué no podemos hacer nada?,-gritó.

Los árboles que conformaban el bosque le confirieron a su voz más fuerza, más durabilidad, pero también proyectó miedo, terror, un terror profundo, que ahora, de nuevo, sumidos en el silencio, rumiaban con la consciencia y tranquilidad que reporta visualizar una vivencia sólo como mero espectador, todos y cada uno de los componentes de aquel perdido ecosistema.

- ¿Y qué vamos a hacer cuando salga el sol? ¡explícamelo, Max! Hace frío, no tenemos cobertura, y como…-Daisy paró en seco su disertación, como si aquello en lo que acaba de reparar le cortase el aliento, tras unos segundos, escupió, sin gritar ahora: …como venga un animal salvaje ya podemos darnos por acabados, Max…

CONTINUARÁ

Hoy sí; mañana, tal vez

Aquel rostro proyectaba angustia, los ojos exageradamente abiertos parecían suplicar al oxígeno invisible que pululaba por aquella estan...